Llegó el frío.
Y con él la caída de las hojas de los árboles, la marcha/huída de los grillos y las noches eternas.
Volvemos, un año más, a sacar los guantes y la bufanda.
Nos envolvemos en un sinfín de capas para no notar el frío, pero el frío siempre esta ahí, y se delata en las narices rojas. Vuelven las orejeras, los gorros, los amenazantes paraguas, los jerseys de ochos...
Dejamos atrás el café con hielo y nos pasamos al café ardiendo, igual que dejaremos las terrazas para cobijarnos en el interior de establecimientos con calefacción.
Volverán, como cada año, los villancicos y los anuncios de juguetes.
Nos meteremos en la ducha, y podríamos estar horas ahí dentro, con el agua ardiendo.
Encenderemos los radiadores y volveremos a poner nuestra ropa encima antes de vestirnos.
Qué bien, que frío.