lunes, 14 de febrero de 2011

Te quiero

Tengo que creer que existen los flechazos por que lo viví en carne propia.
Enamorarme de él no fue una decisión, no fue algo meditado. Fue verle por primera vez con dieciocho años y saber que él tenía que ser para mí; aunque en aquel momento nuestros caminos parecían no llegar a coincidir nunca.
Si hubiera tenido que derrotar a un dragón
para conseguirle habría ido corriendo en busca de una espada y una armadura.
Fue algo así como que pase un tren de alta velocidad a tu lado y sentir que la fuerza de su atracción te absorbe hacia las vías. Brutal e instantáneo.

Han pasado muchos años desde entonces.
Y muchas cosas: nacimientos muertes, viajes, mudanzas, trabajos, enfermedades, descubrimientos… Hemos crecido juntos. Yo soy la persona que véis gracias a él. Y me gusta creer que él es como es un poco gracias a mí.
Desde aquella primera primavera nunca he dudado de que fuera el hombre de mi vida. Estar con él es tan sencillo y natural como respirar.
Y aún hoy, casi dieciocho años después, iría a enfrentarme al dragón si fuera preciso.

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