Cuando nacemos, si rompemos a llorar, todo el mundo se preocupa por nosotros. Todos se desviven por consolarnos. Aprendes que si lloras, alguien te atenderá y te hará sentir bien. Pero de repente, un día, alguien decide que por mucho que llores, no te saldrás con la tuya. Y a partir de ese instante, tus lágrimas yo no provocan mimos, ni abrazos, ni consiguen que alguien venga a arroparte cuando tienes frío.
Es entonces cuando empezamos a aprender, amargamente, que llorar no sirve para nada. Que por muchas lágrimas que derramemos, nadie nos entenderá, ni se preocupará por nosotros.
Y lo aprendemos tan bien, que se nos olvida llorar.
Y sólo lo hacemos a veces, y cuando nadie nos ve.
Es entonces cuando empezamos a aprender, amargamente, que llorar no sirve para nada. Que por muchas lágrimas que derramemos, nadie nos entenderá, ni se preocupará por nosotros.
Y lo aprendemos tan bien, que se nos olvida llorar.
Y sólo lo hacemos a veces, y cuando nadie nos ve.
2 comentarios:
es una pena aprender eso...
pero ganamos el que nos arropen y nos protegan, no porque lloremos, sino porque nos conocen y saben cuando estamos mal y cuando bien...
la gente que nos rodea y qeu nos conoce tan bien...
Es cierto, y lo necesario que es llorar! Bueno yo por lo menos soy medio llorona, es una manera de limpiarme, una depuración de sentimientos bastante eficaz -en la mayoría de ocasiones-.
Un abrazo! :)
Publicar un comentario